Cómo un accidente le cambió la perspectiva a este prospecto venezolano

Con cada momento que pasaba, Nehomar Ochoa Jr. empezó a darse cuenta de que no era una pequeña roca la que se acercaba a su auto. El objeto se hacía cada vez más grande y en el último milisegundo, se agachó hacia la izquierda cuando el gancho de remolque de siete libras atravesó su parabrisas, incrustándose en su cabeza.

El prospecto de 19 años de los Astros evitó la muerte, pero por muy poco. Y la terrible experiencia del joven venezolano estaba lejos de terminar.

Encendiendo las luces de emergencia, se detuvo en el hombrillo de la Interestatal 95 en el sur de la Florida, se subió al asiento trasero y le dijo a su novia que condujera hasta el hospital más cercano. Ochoa, el prospecto número 22 de los Astros, se arrancó la camiseta para envolver su cabeza y aliviar el sangrado por encima de su ojo. Pero a medida que la camisa se llenaba de sangre, su nariz también comenzó a sangrar.

“Ahí es cuando realmente entré en pánico”, confesó Ochoa. “El gancho estaba en mi cabeza, y de la nada, simplemente comencé a sangrar por la nariz. Probablemente tenga una hemorragia interna”.

El conductor de la camioneta que conducía delante de Ochoa, que cayó en un bache y perdió el gancho de su remolque, inicialmente también se detuvo. Pero una vez que vio a Ochoa salir del auto goteando sangre, aceleró por la carretera.

Esa noche, el 20 de marzo, el personal médico de los Astros se reunió con Ochoa en la sala de emergencias, donde durante las siguientes seis o siete horas, el joven tomó medicamentos para aliviar el dolor en su cabeza, tan insoportable que no podía abrir la boca. Aunque fue el sangrado lo que tardó más en disminuir. Una tomografía computarizada (TC) mostró una abolladura y una fractura por encima del seno frontal derecho de Ochoa. El gancho perforó el hueso frontal de su frente, abriendo un canal a través de su nariz que provocó el sangrado excesivo y el camino para que las bacterias llegaran a su cerebro.

“Los médicos me dijeron que dos pulgadas más hacia abajo, y habría perdido completamente mi ojo”, aseguró Ochoa. “Y dos pulgadas a mi izquierda, y habría muerto en el acto.

“Si me hubiera golpeado una pulgada más atrás hacia mi lado derecho, me habría dejado inconsciente y con la velocidad a la que venía, definitivamente habría tenido un accidente. Me golpeó en el punto perfecto”.

Las primeras noches, Ochoa sintió las secuelas del golpe. Su cabeza palpitaba mientras trataba de encontrar algo de paz después de su accidente. Mientras formaba pensamientos, las palabras también se le desvanecían, tardando unos segundos en retomar lo que quería decir.

“Tenía que tener mucho, mucho cuidado, porque tan pronto como tocaba [la inflamación] o me daba la vuelta, me dolía, me despertaba”, dijo Ochoa. “Estaba un poco preocupado, porque estaba teniendo problemas para recordar las cosas. Pero más adelante, a medida que pasaban los días, simplemente comencé a sentirme mejor y mejor”.

Más de un mes después, su progreso de recuperación es evidente. Prueba A: Ha memorizado los detalles del accidente.

“Sucedió exactamente a las 4:26 [p.m.]”, contó Ochoa. “Nos detuvimos de 4:28 a 4:31”.

Una tarde normal comiendo con su novia se convirtió en una pesadilla, interrumpiendo un fuerte Entrenamiento Primaveral en el campamento de Ligas Menores para la selección de undécima ronda de Houston en el Draft del 2023. Ochoa, quien se mudó a los Estados Unidos a los 10 años y se crio en Galena Park, Texas, recibió nueve turnos al bate en la Liga de la Toronja con el club de Grandes Ligas esta primavera, sumando tres hits y un par de carreras impulsadas.

“Me sentía muy bien al final de los Entrenamientos”, manifestó “Que todo pasara de golpe… me afectó una semana después y pensé en eso. Pero no era algo que podía controlar, porque sé que Dios tiene un plan para nosotros. Si pasó, fue por una razón”.

Cuando Ochoa reanudó las actividades de béisbol en abril, los médicos le advirtieron que podía sentir dolores residuales. Y así fue. El contacto de esos primeros swings se sentía como si el gancho de remolque lo estuviera golpeando de nuevo la cabeza. Pero nunca se lo dijo a nadie. Siguió entrenando mientras aprendía a reducir ciertos movimientos en su mecánica para aliviar su cabeza adolorida.

Con el tiempo, el dolor disminuyó y Ochoa empezó a recuperar la sensibilidad en el lado derecho del rostro, donde también sufrió daños en los nervios tan severos que perdió la sensibilidad en partes de su cara durante un mes y medio.

Ochoa conservó el gancho de remolque como recordatorio de lo frágil que es la vida.

También se siente gratamente sorprendido de sí mismo, por haber soportado que un pedazo tan grande de hierro le golpeara en la cabeza.

“El hecho de que pude soportar tanto dolor y aun así mantenerme bajo control… la verdad, estoy bastante orgulloso de mí mismo”, dijo entre risas.

Nunca se encontró al conductor de la camioneta, y a Ochoa, en medio de la confusión del momento, no se le ocurrió memorizarse el número de la matrícula. Ha decidido no tomar el camino del rencor.

“La verdad, estoy agradecido de estar vivo”, expresó Ochoa. “Sé que él no quería que eso pasara. Sé que no intentó hacerle daño a nadie. Simplemente sucedió. ¿Pudo haberse detenido a ver cómo estaba o llamar a la policía o a una ambulancia? Sí, definitivamente. Probablemente se puso nervioso.

“Nunca sabes qué piensa una persona cuando está bajo presión, así que no guardo odio. Espero que le vaya bien en todo, y ojalá que no le pase a nadie más. Y si le vuelve a pasar, espero que piense antes de actuar y que si tiene la oportunidad de ayudar a alguien que necesita ayuda, que le tienda la mano que no me tendió a mí”.

El padre de Ochoa, Nehomar Ochoa Sr., también jugó béisbol antes de sufrir una lesión en el hombro tras caerse de un caballo a principios de los años 2000, algo que que puso fin a su carrera. Esa conexión con un accidente que pudo haber sido mortal unió más al padre e hijo durante la recuperación del joven. Hablaban por teléfono todos los días. Ochoa Jr. aprendió a tener paciencia, a vivir en el presente y a ser inteligente en su rehabilitación, en lugar de apresurarse a volver demasiado pronto.

“Me dijo que apesta, porque es algo que nadie espera que le pase”, contó Ochoa. “Es uno en un millón”.

Haciendo ejercicios de fildeo y realizando prácticas de bateo frente a una máquina de pitcheo, Ochoa no ha sentido molestias en las últimas semanas por su lesión en la cabeza. Recibió el alta médica a principios de mayo para jugar, iniciando una asignación de rehabilitación el jueves con los Astros en el Florida Complex League, de nivel de novatos.

“Es como si nada hubiera pasado”, dijo Ochoa. “Todo se siente normal”.

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