SAN LUIS -- El venezolano Willson Contreras firmó con los Cachorros con apenas 17 años, fue el Jugador del Año de Ligas Menores de esa organización a los 23, y para los 24 años ya era campeón de la Serie Mundial.
Si bien ha quedado claro durante la mayor parte de su adolescencia y vida adulta que el brillar en las Grandes Ligas siempre fue su destino, con su enorme poder, increíble atletismo y una intensidad al rojo vivo, el camino de Contreras al béisbol profesional estuvo plagado de influencias negativas, detractores y escépticos.
Ahora que ha superado los 1,000 encuentros de por vida en MLB y las 500 carreras impulsadas –números que lo asombraron cuando los alcanzó la semana pasada– Contreras ha estado reflexivo sobre su trayectoria, y quizás más agradecido de lo que la mayoría esperaría por su carrera de 10 años en las Mayores. Aunque su talento siempre pudo haber sugerido una carrera larga y exitosa a nivel de Grandes Ligas, el oriundo de Puerto Cabello dijo que el simple hecho de llegar –y luego mantenerse el tiempo suficiente para poder disputar 1,000 partidos– ha sido mucho más difícil de lo que la mayoría imaginaría.
“Mira, todo el mundo tiene una historia diferente, pero la mía es que cuando estaba en las menores, tuve que superar muchos obstáculos soólo para llegar a las Grandes Ligas, así que eso hace que esto sea aun más especial”, comentó Contreras, quien impulsó la carrera de la victoria el jueves pasado contra los Reales en su juego número 1,000. “Si me hubieras dicho que haría esto, lo habría dudado. Pero también te habría dicho que haría lo que fuera necesario para llegar, y estoy contento de seguir en Grandes Ligas”.
“1,000 partidos es un montón de partidos, pero viniendo de Venezuela, y viniendo de donde yo vengo, estoy bastante seguro de que mi mamá y mi papá están orgullosos de mí. Toda mi familia me apoya cada día, así que seguir jugando significa muchísimo para mí”.
En cierto modo, Contreras, de 33 años, siente que apenas está comenzando, haciendo la transición de la receptoría a la primera base. Los Cardenales lo movieron allí con la esperanza de mantenerlo saludable y conservar su prodigioso bate en la alineación. La forma en que afrontó el cambio de posición impresionó a los Cardenales, quienes ya le tenían un inmenso aprecio por su competitividad. A pesar de su relativa novedad en la posición, Contreras está empatado en el tercer lugar entre los inicialistas de MLB en Outs por Encima del Promedio (OAA) con 4. Para poner eso en perspectiva, el ex Guante de Oro de los Cardenales, Paul Goldschmidt, está empatado en el puesto 15 en OAA con los Yankees.
“Este chico va a trabajar extremadamente duro en cualquier cosa que haga y cuando hablamos por primera vez sobre hacer el cambio, dijo: ‘Quiero ser uno de los mejores en esto; quiero ganar un Guante de Oro’”, recordó el manager Oliver Mármol. “Ha estado genial, y ha sido divertido verlo. Es un crédito al trabajo que ha realizado”.
Contreras aprendió el valor del trabajo desde temprano gracias a su padre, William, y su madre, Olga, quienes fueron estrictos con él y trabajaron para darles a sus tres hijos –Wilmer, Willson y el receptor de los Cerveceros, William– una vida más allá de las peligrosas calles del barrio donde solía jugar béisbol con palos de escoba y papel arrugado.
“Siempre quise jugar pelota, y creo que mi mamá y mi papá hicieron un gran trabajo manteniéndome a raya porque hubiera sido fácil desviarse”, comentó Contreras. “Estoy orgulloso de dónde vengo. Tuve que hacer tanto sólo para ser firmado por los Cachorros. Reflexionar sobre ello me enorgullece, pero también me emociona porque esto es todo lo que siempre quise”.
Otros posibles tropiezos llegaron cuando Contreras jugó para un manager en las menores que, según él, lo frenó intencionalmente debido a su origen venezolano y a sus dificultades iniciales para hablar inglés, factores que él cree que retrasaron su ascenso a MLB. Y una vez que llegó a las Mayores, muchos dudaron de que alguna vez duraría como receptor o se convertiría en un gran líder debido a su personalidad temperamental.
Todas esas cosas hacen que su lugar en el béisbol ahora –tres veces convocado al Juego de Estrellas y una pieza fundamental de la franquicia de los Cardenales como su líder en carreras empujadas– sea aun más especial, dijo.
“Lidié con mucho racismo en las menores, y pasar por eso fue duro mentalmente”, confesó. “Cuando me sentía mal, llamaba a mi mamá y a mi papá, y ellos me apoyaban día tras día. No quería volver a sentirme así de desanimado nunca más y no quería volver nunca a las menores. Llegar a las Grandes Ligas siempre fue mi meta, y estoy muy orgulloso de haber podido cumplir mis sueños en todos los sentidos”.