NUEVA YORK — Recientemente, una adquisición de alto perfil por parte de los Mets se presentó para su primer día de trabajo con un contrato de nueve cifras — el más grande que la franquicia había otorgado en su historia — y rodeado de enormes expectativas.
Las cosas no salieron bien. En su primer mes en el equipo, los fanáticos en su nuevo estadio lo abuchearon. En la radio deportiva y en las redes sociales, algunos calificaron su contrato como una carga. Jugador y equipo se habían comprometido a largo plazo, pero la relación parecía estar lejos de ser armoniosa.
Ésa fue la situación que enfrentó el puertorriqueño Francisco Lindor hace apenas cuatro años. Entonces, sin duda, Lindor entiende lo que está pasando ahora mismo el dominicano Juan Soto.
“En términos generales, la gente tiende a evaluar un contrato a largo plazo como si se tratara de algo de un solo año”, dijo Lindor esta semana. “Pero es un contrato a largo plazo. Todo se va a dar. Él va a ser uno de los mejores Mets que hayan jugado en esta organización. Si juega aquí 15 años, va a poner números increíbles”.
Cuando Lindor llegó a Nueva York en el 2021, era un talentoso y enérgico jugador de 27 años que había sido convocado al Juego de Estrellas por la Liga Americana en cada una de sus primeras cuatro temporadas completas con Cleveland. Tras quedar fuera del alcance económico de su primera organización de Grandes Ligas, Lindor llegó a los Mets en un mega-cambio. Inmediatamente, firmó una extensión de 10 años y US$341 millones, a pesar de saber poco sobre su nuevo hogar.
Esa primera temporada fue un fracaso. Con un promedio de .285/.346/.488 en su carrera antes del 2021, Lindor bateó apenas .230/.322/.412 con WAR de 3.0, ese año, hasta el día de hoy su peor cifra en cualquier campaña completa.
A las pocas semanas de su llegada, Lindor fue duramente criticado por su insólita respuesta a una pregunta sobre un altercado en el dugout con su compañero Jeff McNeil, diciendo que discutían sobre si el animal que habían visto era una rata o un mapache. En julio de esa campaña, Lindor sufrió una distensión en el oblicuo que lo dejó fuera durante cinco semanas. En agosto, volvió a ser blanco de críticas por hacer, junto con su compatriota Javier Báez y otros Mets, el gesto del “pulgar hacia abajo” en respuesta a los fanáticos que venían cuestionando su rendimiento.
En varias ocasiones durante ese proceso, el entonces mánager del equipo, el dominicano Luis Rojas, apartó a Lindor para asegurarle que todo estaría bien. Pero no parecía algo tan seguro. Aunque Lindor no terminó la campaña como un paria, muchos se preguntaban si su contrato de US$341 millones había sido un error.
Luego encontró su camino. Apoyándose en compañeros veteranos como Jacob deGrom, Michael Conforto, el boricua Edwin Díaz y otros, Lindor comenzó a entender las diferencias entre la cultura de un mercado en Cleveland y uno de Nueva York. Desarrolló una relación más abierta con los medios y, por extensión, con los fanáticos. Mejoró sus habilidades de liderazgo. Pero, más que nada, empezó a jugar mejor, terminando entre los primeros 10 en la votación para Jugador Más Valioso de la Liga Nacional en cada una de las siguientes tres campañas.
“Aprendí a mantenerme en el camino, a vivir el momento y a no dejarme llevar tanto por el ruido externo”, dijo Lindor. “Y también a apoyarme en las personas que estaban aquí para ayudarme a seguir mejorando”.
Cada jugador, por supuesto, es distinto. La trayectoria de Soto será diferente al de Lindor, porque son personas distintas, jugadores distintos. No hay una fórmula única que funcione para todos.
Pero la lección del primer año de Lindor en Queens sigue siendo relevante para quienes quieren juzgar a Soto tras ocho semanas buenas, pero no espectaculares, como integrante de los Mets. Al igual que Lindor, Soto llegó al Citi Field con un historial digno del Salón de la Fama. Al igual que Lindor, no ha logrado asentarse de inmediato. Y, como le pasó a Lindor, sus primeras declaraciones públicas no lo han ayudado.
Y al igual que Lindor, Soto tiene el talento y la inteligencia suficientes para salir de este bache, de modo que dentro de dos, tres o cuatro años, muchos apenas recordarán que esto sucedió.
“Con el tiempo”, dijo Lindor, “todo se va a equilibrar ante los ojos de la gente”.