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Ichiro ha dejado una huella duradera en el béisbol — y está lejos de haber terminado

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@MannyOnMLB
26 de julio de 2025

Muchos consideran que Shohei Ohtani es el mejor jugador de béisbol del mundo en la actualidad.

La superestrella de dos vías encabeza una larga lista de peloteros japoneses que han logrado con éxito la transición del Béisbol Profesional Nipón (NPB, por sus siglas en inglés) a las Grandes Ligas en los últimos 20 años. Otros nombres destacados incluyen a Hideki Matsui, Daisuke Matsuzaka, Masahiro Tanaka y estrellas contemporáneas como Yu Darvish, Seiya Suzuki, Kodai Senga, Yoshinobu Yamamoto y Shota Imanaga.

Pero a principios de siglo, la idea de que un jugador de la NPB se convertiría en el mejor jugador del planeta habría parecido absurda para muchos en el mundo del béisbol. Aunque el béisbol japonés ya tenía más de 125 años de historia, era ampliamente visto como muy inferior al que se jugaba en América del Norte.

Además, hasta entonces, ningún jugador de posición había hecho la transición de la NPB a las Grandes Ligas.

Entonces apareció en escena un jardinero de baja estatura que revolucionó el juego con una combinación inigualable de arte, precisión y estilo, en una era dominada por la fuerza bruta y el poder descomunal.

Cambió el panorama del béisbol en dos continentes, tendiendo un puente de 5,000 millas de océano con un estilo de juego clásico que emocionó a los aficionados y desconcertó por completo a sus rivales.

Su impacto en el béisbol japonés y en su proyección hacia Occidente —e incluso en Japón como nación— no se puede subestimar.

Mientras se prepara para convertirse este fin de semana en el primer jugador nacido en Japón en ser exaltado al Salón de la Fama, es momento de rendir homenaje no solo a su grandeza como pelotero, sino también a la profunda transformación que generó en nuestra forma de ver el juego y en cómo inspiró a millones de personas en todo el mundo a soñar en grande.

Lo que sigue es un repaso a ese movimiento que cambió paradigmas, cuando dio el salto del Lejano Oriente a Occidente hace un cuarto de siglo, destacando las hazañas de un jugador tan grande que no hace falta decir su nombre completo para que los fanáticos de MLB sepan exactamente de quién se habla. Solo necesitan escuchar:

“Ichiro”.

El hombre correcto en el momento indicado

Ichiro Suzuki no tenía como objetivo abrir el camino para una corriente constante de estrellas de la NPB hacia las Grandes Ligas.

“De ninguna manera ese fue un objetivo mío, venir y demostrar lo que los jugadores japoneses pueden hacer”, dijo Ichiro a través de su intérprete Allen Turner. “Simplemente fue el momento adecuado para venir, y yo quería asumir el desafío”.

Después de ganar siete títulos de bateo consecutivos en la NPB con los Orix Blue Wave, entre muchos otros logros, al jardinero ya no le quedaba nada por perseguir en Japón.

No se trató de una situación en la que alguien fue elegido específicamente para ser el primer jugador de posición de la NPB en firmar con un equipo de MLB, sino de una coincidencia afortunada entre la persona y el momento.

“Él era la persona ideal para ser el primer jugador de posición en venir”, dijo Brad Lefton, periodista bilingüe radicado en San Luis que ha cubierto el béisbol en Japón y Estados Unidos por más de 30 años. “Por la forma en que aborda las cosas, tiene una capacidad única para analizarlas a fondo. Y podía prepararse como nadie más.

“Eso se vio en cómo tuvo éxito de inmediato. En parte fue gracias a toda la reflexión que hizo sobre lo que necesitaba hacer para comenzar con fuerza. Porque no había ningún ejemplo a seguir”.

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No solo no había un modelo previo, sino que hubo muchos escépticos en el camino —en ambos lados del Pacífico.

“Creo que el béisbol japonés siempre tuvo un complejo de inferioridad”, dijo Lefton. “Simplemente no podían imaginar que los jugadores de allá pudieran competir aquí.

“Y probablemente era lo mismo de este lado también — había personas como Bobby Valentine y Tommy Lasorda que habían estado allá y sabían que había talento que podía jugar aquí, pero que algunas personas lo supieran y que todo el deporte lo aceptara son cosas muy distintas”.

Así que, aunque el enfoque de Ichiro siempre estuvo en lo que él hacía —y no en la impresión que causaba en el mundo que lo rodeaba—, no pasó por alto lo que significaba su firma con los Marineros en noviembre del 2000. Y hoy, al mirar hacia atrás, reconoce lo lejos que ha llegado el béisbol japonés.

“Creo que, lamentablemente, en aquellos tiempos el béisbol japonés no era muy valorado”, dijo Ichiro. “Y creo que eso quizás ha cambiado un poco”.

Ese cambio comenzó el 11 de abril de 2001.

El tiro

Ichiro sería conocido por muchas grandes habilidades, pero principalmente por su increíble capacidad para manejar el bate y dar hits con elegancia y – para los lanzadores rivales – un exasperante aplomo.

Si bien comenzó a demostrar ese talento desde temprano, no fue su bate lo que verdaderamente anunció su llegada a las Grandes Ligas y comenzó a desbaratar cualquier noción preconcebida sobre su talento.

Fue su brazo.

“No sabíamos mucho de él”, reconoció el venezolano Ramón Hernández, quien tuvo una carrera de 15 años en Grandes Ligas como receptor de 1999 a 2013. “Sólo lo conocíamos de los Entrenamientos de Primavera. Sabíamos que había bateado muchísimo en Japón, y también sabíamos que era bien rápido.

“Pero cuando vi ese tiro…”

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El disparo al que se refería Hernández fue uno que Ichiro hizo en Oakland durante el octavo inning de su octavo juego en las Mayores. Hernández, que entonces jugaba para los Atléticos, bateó un rodado de hit al jardín derecho. Su compañero de equipo, Terrence Long, estaba en primera base. Después de que la pelota pasó el infield, Long dobló por segunda y se dirigió a tercera.

Dada la forma en que fue bateada la pelota y cómo se internó en el jardín derecho, ir de primera a tercera era una decisión obvia para el rápido Long. La mayoría de los patrulleros habrían tirado sencillamente la pelota a tercera por compromiso.

Pero como los Atléticos -- y el resto del mundo del béisbol -- pronto descubrirían, Ichiro no era como la mayoría de los outfielders. Como sugería su primer nombre -- “Ichi” significa “uno” en japonés -- Ichiro era uno en un millón.

Corrió con fuerza, se agachó para tomar la pelota del suelo, se enderezó y disparó un misil en línea al tercera base David Bell. Long no sólo fue out, sino que Bell lo estaba esperando con la bola en el guante.

El tiro fue tan hermoso que John Hickey del Seattle Post-Intelligencer escribió que necesitaba ser “enmarcado y colgado en la pared del Louvre junto a la Mona Lisa”.

Hernández, Long, los Atléticos y el resto del béisbol estaban ahora advertidos: Ichiro era una realidad.

Una persona, no un producto

Cuando Ichiro llegó a las Grandes Ligas en el 2001, se produjo un cambio en la forma en que el mundo veía a Japón.

“No había habido muchos japoneses que hubieran brillado en un escenario internacional”, dijo Lefton. “Los nombres de productos japoneses eran conocidos en todo el mundo, pero no una persona como tal. Ichiro cambió eso”.

Con la historia de Japón como líder en electrónica y tecnología, era lógico que cuando un individuo que representaba al país en el escenario mundial surgió en los albores del siglo XXI, el desarrollo se combinara con tecnología de vanguardia que permitiría a millones de personas en su país verlo brillar al otro lado del globo.

Los Marineros y la emisora oficial de MLB en Japón, NHK, querían asegurarse de que los aficionados en aquel país pudieran seguir cada movimiento de Ichiro en las Grandes Ligas, por lo que se aseguraron de preparar el Safeco Field (ahora T-Mobile Park) para poder hacer transmisiones de alta definición que estarían disponibles en Japón.

Si bien Ichiro no se había fijado metas ambiciosas en cuanto a ser un puente para que sus compatriotas llegaran a las Mayores, sí entiende cómo abrió el acceso a Major League Baseball en Japón en términos de consumo televisivo. Si bien en Japón siguieron los pasos del lanzador Hideo Nomo cuando llegó en 1995, tener un jugador de posición estrella era diferente.

“No fue una motivación mía ‘abrir la puerta’ per se”, aclaró Ichiro. “Pero cuando llegué y comencé a jugar todos los días, eso abrió la puerta para que la gente viera béisbol -- béisbol de Grandes Ligas -- todos los días en Japón, mientras que antes era solo cada cinco días”.

Una generación de niños japoneses vio a Ichiro hacer historia y siguió su carrera a diario. Ichiro fue un héroe para pequeños como Ohtani, quien veía los partidos de los Marineros regularmente cuando era joven antes de convertirse en un talento único que está arrasando en las Mayores.

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Sin Ichiro, ¿habría existido Ohtani? No hay forma de saberlo con certeza, pero no es irrazonable asumir que la respuesta es no.

“Al crecer, Ichiro era para mí como creo que algunos niños, algunas personas, me ven a mí hoy”, declaró Ohtani a la revista GQ en el 2023. “Como si fuera una especie diferente. Más grande que la vida. Era una superestrella en Japón. Tenía ese carisma”.

El carisma de Ichiro acompañaba un increíble nivel en el terreno, uno que no tuvo un período de ajuste discernible. Entre sus muchos logros, se convirtió en el segundo jugador en la historia de las Mayores en ganar los premios al Novato del Año y JMV de su liga en el mismo año, uniéndose a Fred Lynn de Boston (1975).

Y la sensación japonesa hizo todo esto en el contexto de lo que hasta ese momento fue la era de jonrones más prolífica en la historia del juego -- en cada una de las tres temporadas anteriores y en seis de las últimas ocho, se estableció un nuevo récord de cuadrangulares conectados en la Gran Carpa.

Ichiro, con su magistral habilidad para “batear donde no están los defensores”, estaba jugando su béisbol, y haciéndolo a su manera. El marcado contraste entre su forma de tener éxito en el plato y la de tantos otros que vivían buscando el batazo grande probablemente contribuyó a la sensación instantánea en que se convirtió en Estados Unidos.

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Pero con su estilo único, Ichiro también allanó el camino para los cañoneros de Japón. Ese proceso desembocó años después en Ohtani. Pero antes de Ohtani, hubo un contemporáneo de Ichiro que lo siguió a Estados Unidos y se convirtió en una estrella en otro gran escenario.

Una semilla comienza a florecer

Era el Juego 2 de la Serie de Campeonato de la Liga Americana de 1999 entre los Yankees y los Medias Rojas, y entre las 57,180 personas presentes esa noche en el Bronx estaba Hideki Matsui, en ese entonces una estrella jonronera de los Yomiuri Giants de la NPB.

La idea de cruzar el Pacífico para jugar en las Grandes Ligas ciertamente ya había pasado por la mente de Matsui. Pero al empaparse de la atmósfera eléctrica de esa noche, comenzó a considerar seriamente la posibilidad.

"Eso fue realmente lo que despertó mi deseo de jugar en las Grandes Ligas", dijo Matsui a través del intérprete Roger Kahlon. "Plantó una semilla".

La semilla había sido plantada, pero alguien tenía que regarla. Alguien tenía que estar dispuesto a ser el primero, a cargar con las esperanzas de toda una nación sobre sus hombros. Ese alguien fue Ichiro.

Mientras Matsui seguía reflexionando sobre si debía aprovechar la oportunidad de jugar en las Grandes Ligas, observaba cómo Ichiro abría el camino con un éxito asombroso.

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Dos veces All-Star y Jugador Más Valioso de la Serie Mundial del 2009 con los Yankees, Matsui terminó disfrutando de un éxito tremendo durante sus 10 temporadas en las Grandes Ligas (2003-2012). Eso se puede atribuir, al menos en parte, a que Ichiro le abrió el camino.

“Como los juegos que recibíamos en Japón eran principalmente los de Seattle, en la Costa Oeste”, dijo Matsui, “se transmitían durante el día en Japón. Eso me permitía, antes de un juego nocturno, encender la televisión y simplemente pasar el rato.

“Y al ver los juegos mientras me preparaba para el mío, así fue como empecé a obtener información sobre las Grandes Ligas. En lugar de no tener ninguna información, tener algo de información era sin duda una ventaja”.

Ahora, con Ichiro a punto de ser exaltado al Salón de la Fama en Cooperstown, Matsui no puede evitar sentirse orgulloso y feliz por su compatriota y por su país.

“Creo que es algo enorme”, dijo Matsui. “Si lo piensas bien, el béisbol vino de Estados Unidos. No fue creado en Japón. Así que, en ese sentido, siempre existía la impresión de que el béisbol japonés estaba detrás del béisbol estadounidense y trataba de alcanzarlo.

“Entonces, que alguien que nació y creció en Japón, que jugó béisbol en Japón y luego compitió en Estados Unidos, llegue ahora al Salón de la Fama, genera la impresión de que la brecha entre el béisbol estadounidense y el béisbol japonés es mucho más pequeña”.

Matsui fue solo el primero de muchos grandes jugadores japoneses que siguieron a Ichiro a las Grandes Ligas. Pero al reflexionar sobre lo que ha ocurrido desde su debut en 2001, Ichiro ve tanto progreso como mucho trabajo por hacer.

Y sigue estando al frente de ese esfuerzo.

Sigue corriendo

En los campamentos de los Marineros en Peoria, Arizona, el pasado mes de marzo, Mike Cameron estaba bromeando con Ichiro. Cameron, exjardinero central de los Marineros y ahora coach especial del club, tenía una pregunta para su antiguo compañero de equipo, quien actualmente funge como asistente especial del presidente del club.

“Oye, ya llegaste a la cima”, dijo Cameron con una gran sonrisa, refiriéndose a la reciente elección de Ichiro al Salón de la Fama. “Has logrado todo. ¿Qué haces aquí afuera?”.

Ichiro, notando que Cameron hacía la pregunta en tono de broma, relató la conversación mientras se sentaba a estirar, en uniforme completo, el último domingo antes del Día Inaugural.

El japonés de 51 años, quien cuatro días después haría el primer lanzamiento —cronometrado a 84 millas por hora— antes del partido del Día Inaugural de los Marineros contra los Atléticos en el T-Mobile Park, comenzó a hablar sobre en qué punto de su viaje en el béisbol se encuentra, utilizando la pregunta de Cameron como punto de partida.

“Sabes, no veo [la inducción al Salón de la Fama] como la cima”, comentó Ichiro. “Esta no era la meta final. Todavía tengo ese deseo de correr frente a la gente. Eso es algo por lo que me esfuerzo y trabajo duro para hacer”.

“De ninguna manera es esta la cima de la montaña”.

Después de una legendaria carrera de 19 años en MLB en la que conectó 3,089 hits y cambió el juego de manera indeleble, eso es decir mucho.

En este punto de la conversación, Ichiro hizo una pausa y miró a lo lejos, más allá de la práctica de bateo en uno de los campos traseros de donde acababa de venir. Después de reflexionar en silencio durante un minuto completo, continuó.

“Me siento muy honrado de estar en el Salón de la Fama”, agregó. “Definitivamente, es un honor. Pero yo quería jugar al máximo de mi capacidad y lograr cosas en el juego de béisbol; es una especie de creencia fundamental mía que nunca quise decirme a mí mismo: ‘Oh, ya lo logré porque alguien más me dijo que lo había logrado’”.

“Así es como vivo mi vida. No quiero que otros determinen mi valor por mí”.

Ichiro todavía se está probando a sí mismo… para sí mismo. Pero al hacerlo, también continúa impulsando el béisbol japonés. En estos días, si no está ayudando a los Marineros, está de vuelta en Japón asesorando a jugadores de béisbol de secundaria.

Muchos aficionados han visto pequeñas muestras de lo que está haciendo en la formación de la próxima generación de jugadores japoneses, interactuando con peloteros jóvenes, de secundaria y profesionales. Eso incluye algunos momentos divertidos en los que ha desafiado a esos jugadores en acción de juego.

Ichiro

A pesar de todo el progreso en las últimas dos décadas, a los ojos de Ichiro, el trabajo —y la alegría que conlleva— está lejos de terminar.

“Cuando voy para allá, de verdad quiero ayudarlos a entender lo bueno del béisbol y de qué se trata el deporte”, dijo.

No es común ver a un jugador retirado en uniforme completo mientras hace el primer lanzamiento para su antiguo club en el Día Inaugural, como lo hizo Ichiro la primavera pasada. Pero para Ichiro, es la única forma que tiene sentido.

Su carrera en el béisbol está lejos de terminar, incluso a sus 50 y tantos años. Y eso implica no solo estar cerca del juego y enseñar. Implica jugar. Parece que nunca dejará de jugar.

“Creo que su enfoque”, dijo su agente, Robert Lefton, “es mantener un nivel físico en el que pueda jugar a su satisfacción durante el mayor tiempo posible. Y está interesado en ser un maestro, así que creo que siente que su mensaje se pierde si no puede lucir y moverse como un jugador”.

“Él es mucho más un maestro del tipo que ‘lidera con el ejemplo’”.

Eso no es nada sorprendente, dado el ejemplo que dio cuando llegó a las Grandes Ligas hace casi 25 años. Fue un momento singular en la historia del béisbol que fue fundamental para dar forma al juego en las décadas venideras.

De hecho, Ichiro, cuyo nombre significa "uno" en japonés, pero también puede significar "primero", es un pionero del más alto nivel.

Y mientras ocupa el lugar que le corresponde entre los jugadores más legendarios del juego, su carrera está lejos de terminar. Como lo hizo tan a menudo como jugador al ganarle a una jugada en primera base para un sencillo dentro del cuadro, todavía sigue corriendo a toda velocidad hacia la almohadilla.

“Simplemente sigo corriendo”, afirmó Ichiro, “y veo a dónde me lleva. Simplemente voy a seguir corriendo”.

credits: Manny Randhawa is a reporter for MLB.com based in Denver.