PITTSBURGH -- Empezó a sentirse real cuando Bubba Chandler emergió del bullpen del PNC Park y comenzó a correr hacia la loma.
“No, eso es mentira”, comentó Chandler, corrigiéndose a sí mismo de inmediato. “Cuando hice mis últimos pitcheos de calentamiento y la multitud se puso bastante ruidosa, fue como, 'OK, es ahora'. No sé cómo lancé un strike en el primer pitcheo, pero lo hice".
Ese primer tiro en las Grandes Ligas del principal prospecto del pitcheo del béisbol registró 98.9 millas por hora directo a las manos del venezolano Orlando Arcia, quien pudo batearla de foul. Arcia terminó conectando un doble, pero se quedó en base cuando Chandler ponchó a Ryan Ritter y a Mickey Moniak con fuego de 100 mph (bueno, 99.9 y 100.4 mph, si no crees en redondear). Esos son los dos ponches con los lanzamientos más rápidos de un Pirata este año.
Chandler admitió que no sabía que había alcanzado los tres dígitos en los primeros dos ponches que recetó en las Grandes Ligas.
“¿Fueron a 100? Genial”, dijo Chandler con una gran sonrisa.
“No es verdad”, replicaría Henry Davis, amigo de Chandler y su primer compañero de cuarto como profesional, a la afirmación de Chandler. “De ninguna manera”.
Bueno, según cuenta Chandler la historia, estaba buscando a su familia en las gradas en lugar de echar un vistazo a la pistola de radar. Así que puede que se haya perdido las tres cifras parpadeando, la K extra que se añadía al contador de ponches o a Davis dando un enfático golpe a su mascota tras la abanicada.
“Estaba emocionado”, agregó Davis.
Probablemente habría sido bueno para el autor de esa obra maestra ver que eran tres cifras en lugar de buscar al clan Chandler. Pero bueno…
“Culpa del reloj de pitcheo”, dijo Chandler. “Hubo un par de veces [que] pensé 'Esos son ellos'. Creo que llevaban un montón de mis camisetas, pero no había suficientes camisetas a su alrededor”.
Esa primera entrada fue solo un aperitivo de lo que Chandler tenía reservado para la noche, y de lo que podría venir en las semanas y años venideros. Lanzó las últimas cuatro entradas en la victoria de los Piratas por 9-0 sobre los Rockies, convirtiéndose en el primer jugador en la historia de la franquicia en registrar un salvamento en su debut en Grandes Ligas, y el primer monticular en sumar un rescate de cuatro innings en blanco en su debut en las Mayores.
Permitió dos hits, ponchó a tres y consiguió seis swings en blanco en 40 lanzamientos, pero esa línea estadística no captura exactamente la energía que emanaba el caballo de 22 años.
Las historias o afirmaciones de Chandler pueden tener un aire de hipérbole, pero eso es sólo porque el talento es tan descomunal que hasta la más descabellada de las afirmaciones tiene un sentido de validez. Cuando tienes a alguien que aprendió a jugar a la zurda para poder estar en el terreno en la secundaria, casi fue el mariscal de campo de Clemson y conectaba jonrones en sus primeros años como profesional, entonces, vaya, quizás sí podría lanzar a 100 mph para un ponche —con adrenalina y Red Bull corriendo por sus venas— y ni siquiera saberlo.
Todo esto para decir, ¿pueden creer lo que acaban de ver?
“Es un talento increíble”, comentó Braxton Ashcraft, quien ponchó a seis y se llevó la victoria. “Uno de los mejores brazos que he visto en mi vida”.
El talento es innegable. La fecha y el rol de su debut fueron inesperados. Después de dos meses sólidos en liga menor, Chandler comenzó a tener problemas con su comando en junio. Subirlo en algún momento de este año siempre pareció una posibilidad, pero ese bache complicó cuándo sería esa llegada.
Va a ser utilizado como relevista largo por ahora con la oportunidad de ganarse aperturas. Ese sueño de un debut en las Grandes Ligas no incluía un salvamento, pero ya metió un pie en la puerta.
“Al final, estoy aquí en las Grandes Ligas”, afirmó Chandler. “No hay muchos chicos de 22 años que puedan hacer esto. Estoy agradecido. Estaba molesto, sí, pero está bien. Al mismo tiempo no hice lo que tenía que hacer, así que eso es mi culpa. Ahora estoy aquí. No me importa”.
“El estrés, supongo que el estrés es algo importante. Nunca he sido un muchacho muy estresado, pero lo he estado los últimos dos meses tratando de llegar aquí".
A juzgar por su sonrisa, parte de ese peso ahora se ha quitado de sus hombros.
“Como cualquiera, trabajo todos los días de mi vida y trato de ser lo mejor que puedo, sea lo que sea”, dijo Chandler. “Hay muchas veces durante el receso de temporada o durante la campaña que es como, ‘Esto apesta’. Como una de esas cosas de ‘dónde está la luz al final del túnel’. La encontré. Voy a ver a mis padres y a divertirme”.
Dalo por hecho.