¿Magia de los Orioles? El no-no se esfumó y Baltimore dejó tendidos a Dodgers

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BALTIMORE -- ¿Cómo pasaron los Orioles de estar a un out de ser víctimas de un juego sin hit a borrar una desventaja de tres carreras y conseguir una victoria 4-3 en la novena entrada sobre los Dodgers, con un batazo de oro el sábado por la noche en Camden Yards?
Quizás tuvo al menos un poco que ver con la presencia de Cal Ripken Jr. y el ambiente de celebración que envolvió a Baltimore durante toda la jornada.

En el 30mo aniversario del histórico juego consecutivo número 2,131 de Ripken —una marca probablemente inquebrantable que volvió a ser celebrada con una ceremonia previa— los Orioles remontaron de forma improbable ante uno de los equipos más fuertes de las Grandes Ligas. Jackson Holliday arruinó el casi no-hitter de Yoshinobu Yamamoto con un jonrón, encendiendo un cierre increíble en un partido sensacional.

Emmanuel Rivera dio el tercer triunfo de los Orioles con batazo de oro en la temporada (y el segundo en noches consecutivas), al conectar un sencillo de dos carreras con las bases llenas ante el cerrador Tanner Scott. La canción “Orioles Magic” retumbó en los altavoces. Los jugadores festejaron en el jardín central, en un parque lleno de exfiguras del club (incluido Ripken y varios de sus compañeros de 1995).

“Afortunadamente, creo que un poco de la magia de Cal resonó y nos afectó allí en el noveno inning”, dijo con una sonrisa el piloto interino Tony Mansolino.

Al comenzar la novena entrada, parecía casi seguro que Yamamoto completaría el segundo juego sin hit en la historia del Camden Yards. El derecho japonés de 27 años había retirado a 17 bateadores consecutivos desde que otorgó boletos seguidos a Dylan Beavers y Samuel Basallo en el tercer capítulo.

Yamamoto empezó el noveno ponchando a Alex Jackson y dominando a Coby Mayo con un elevado al central, quedando a un out de la hazaña. Todo quedó en manos de Holliday, de 21 años, quien sintió que podía manejar la presión, aunque lo único en lo que pensaba era en el posible no-hitter.

“Eso era lo único en mi mente, honestamente”, confesó Holliday. “Ya en el octavo inning, pensaba: ‘Oh, hombre, esto se va a decidir conmigo’. Así que estaba algo nervioso, porque era algo grande”.

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¿Y qué es más grande que terminar un juego sin hit con un cuadrangular? Holliday lo hizo, conectando un cutter adentro en cuenta de 2-1 —el lanzamiento número 112 y último de Yamamoto— que viajó una distancia proyectada por Statcast de 362 pies, apenas sobre la barda del central-derecho.

Holliday se convirtió en apenas el octavo jugador en la historia registrada de la Liga Americana y Nacional en romper un intento de no-hitter con un jonrón de dos outs en el noveno inning. Los siete anteriores vieron a sus equipos perder de todas formas.

Fue la cuarta vez en la era de expansión (desde 1961) que los Orioles evitaron un juego sin hit con dos outs en el noveno inning o más tarde. Holliday se unió a Gunnar Henderson (13 de septiembre de 2024, en Detroit), Jim Traber (30 de septiembre de 1988, en Toronto) y Davey Johnson (7 de junio de 1968, contra los Atléticos).

Tras el batazo de Holliday, Baltimore tomó nueva energía y la confianza de que aún podía ganar, pese al 3-1 en contra y la entrada de un nuevo lanzador, el derecho Blake Treinen.

“El juego no termina hasta que cae el último out”, dijo Rivera mediante el intérprete del equipo, Brandon Quiñones. “Creo que, en ese momento, todos nos levantamos de la banca, súper emocionados de que conectara ese batazo para mantener vivo el partido”.

El novato Jeremiah Jackson abrió con un doble al central-izquierdo. Gunnar Henderson fue golpeado por un lanzamiento y Ryan Mountcastle recibió base por bolas para llenar las almohadillas. Colton Cowser negoció otro boleto que recortó la ventaja de Los Ángeles a 3-2.

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Eso dejó la escena lista para Rivera. Los Dodgers retiraron a Treinen y subieron al zurdo Tanner Scott, quien el viernes había permitido el jonrón de oro de Basallo. Rivera trabajó la cuenta a 1-1 y luego bajó a buscar una recta en la zona baja, sacando un batazo de hit al césped del central. Henderson y el corredor emergente Jorge Mateo anotaron, y buena parte de los 42,612 aficionados explotaron en júbilo.

“Sí, eso es una locura”, comentó Mansolino. “No sé si alguna vez he visto algo así, con todo lo que estaba pasando”.

Ha sido una temporada decepcionante para los Orioles (66-76), pero su racha activa de cinco victorias seguidas contra dos poderosos equipos del Oeste de la Liga Nacional (los Padres y los Dodgers) les da impulso positivo hacia el 2026, que es su prioridad en este cierre.

No importa cómo haya sido el año, una noche como la del sábado —con esa vibra de la vieja “Orioles Magic”— será recordada.

“Literalmente no lo puedo creer. Es el mejor partido en el que he estado, especialmente por lo que significó con el 30mo aniversario del 2,131”, dijo el zurdo Trevor Rogers. “Para mí, este es el juego del año. A pesar de las expectativas incumplidas, seguimos peleando. Seguimos apoyándonos. Luchamos unos por otros”.

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